Todavía recuerdo con claridad esa mañana de principios de los noventas en el Laboratorio Lawrence de Berkeley en la que el Dr. Jayant Sathaye me comentó de la posibilidad de trabajar en un proyecto en México. En ese momento llevaba yo más de un par de años trabajando allí y estaba en la oficina de la Dra. Mary Ann Piette, quien era mi jefa en el proyecto en el que facturaba la mayor parte de mi tiempo y que era el análisis del impacto de un programa mayor orientado a financiar mejoras en edificios comerciales en el Noroeste de Estados Unidos. Este proyecto me parecía muy importante, pero, obviamente, la posibilidad de apoyar algo que se hiciera en México me llamaba mucho la atención.
Después de esa conversación casi de pasillo pasaron meses sin que me dijeran nada hasta que me avisan que USAID ya había autorizado recursos para apoyar en los estudios previos para un proyecto a ser financiado por el recién creado fondo GEF (Global Environmental Facility), específicamente con CFE para un programa de recambio de lámparas incandescentes por ahorradoras. Esto significaba que, además de hacer algo en México, reestablecería contacto con quienes trabajé en la CFE. En muchos sentidos, el involucrarme en este proyecto fue el inicio del regreso a México.
El asunto es que me integraron al proyecto, más como enlace con México que como soporte técnico, y mi conocimiento de las formas institucionales y de varios de los funcionarios involucrados, sirvió para generar confianza entre las partes (fueron más de 5 organizaciones distintas las involucradas) y llevar a que los trabajos de evaluación se lograran y permitieran a CFE firmar acuerdos con el Banco Mundial para financiar conjuntamente este proyecto.
El hecho es que el proyecto resultó trascendente no solo por sus resultados finales, sino porque terminó siendo una demostración fehaciente de que, aun cuando costaban muchas veces más que las lámparas incandescentes, cambiarlas por fluorescentes compactas convenía no solo a los usuarios finales sino también a la propia empresa eléctrica y al medio ambiente, y que se podía llegar a lo que terminó ocurriendo: sacar del mercado a las incandescentes.
Por supuesto, no fue el proyecto (que a final de cuentas se le conoció como ILUMEX) lo que transformó el mercado, sino que el peso de la evidencia (plenamente evaluada y reconocida por instancias internacionales) lo convirtió en referencia, por la forma y detalle con la que se evaluaron sus impactos y el valor de varias acciones estratégicas, para generar interés y llevar, a lo largo de los siguientes quince años y por motivos variados de política pública, a la realización la tecnología al resto de Latinoamérica en países con variedad de regímenes políticos.
Curiosamente, veinte años después de ese encuentro de pasillo con el Dr. Sathaye, en el BID aceptaron financiar un estudio para revisar el gran conjunto de programas de recambio de lámparas que ocurrieron en Latinoamérica a principios del presente siglo. Así fue como, junto a mi colega Claudio Carpio y otros colegas latinoamericanos, nos metimos a buscar datos sobre esos proyectos, incluyendo su diseño, sus motivos, sus actores y sus resultados y demostrar cómo se terminó cambiando su mercado en toda la región.
Dado lo anterior, y con tiempo y ánimo de algo útil, me dio por documentar las historias y los procesos relacionados a ILUMEX (previos y posteriores) y presentarlos en cuatro partes en un curso al que amablemente me acompañaron varias decenas de colegas e interesados. Obviamente, creo que es una historia que vale la pena escuchar para quienes están interesados en el ahorro de energía, en los programas de empresas eléctricas, en procesos de evaluación de proyectos de eficiencia energética y en las muchas formas en las que se puede dar la cooperación internacional. Es por eso que las y los invito a que se asomen la he presentado en un curso de cuatro partes que ya está en Youtube.
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