A VER SI UN DÍA NOS ANIMAMOS A INAUGURAR UNA NOM

(Escrito en 1999 cuando fue director general de la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía)

Una NOM (Norma Oficial Mexicana) es, físicamente, un papel con letras y números; es algo que no ocupa terreno, que no tiene fierros, que solo necesita una impresora para existir físicamente. Sin embargo, creo que, cuando menos a las NOM de eficiencia energética, las deberíamos inaugurar como se inauguran las grandes plantas de energía.

A las NOM las deberíamos inaugurar porque, para funcionar, hay que hacer mucho trabajo. Una NOM requiere analizar mercados, tecnología de productos, tecnología de manufactura; requiere de integrar mucha información y de realizar muchos análisis numéricos; requiere de poder poner con claridad sobre papel qué es lo que se quiere regular y cómo; requiere de poner a mucha gente de acuerdo, siempre 

con intereses variados y a veces en contra; requiere de instalar laboratorios que no existían o establecer unidades de verificación, para lo cual hay que capacitar, calificar, registrar y supervisar a cientos de personas; requiere de instituciones que acrediten que los laboratorios tienen los equipos y procedimientos adecuados y que estos estén midiendo con precisión; requiere de modificaciones en procesos y líneas de producción; requiere de instituciones que, cuando no se cumplan las normas, sancionen a quien no ha hecho lo que le corresponde; y requiere de una institución que “cargue la pelota” a través de todo el proceso, desde que es una idea hasta que hay que hacer las cuentas de los resultados.

También, a las NOM de eficiencia energética las deberíamos inaugurar porque, después de todo ese trabajo y esfuerzo que toma de dos a tres años, las NOM empiezan a producir resultados en magnitudes y plazos comparables a las plantas de energía como las que se inauguran dos o tres veces al año. 

Un buen ejemplo para esta afirmación es la NOM para refrigeradores. En México operan cerca de 20 millones de refrigeradores de uso doméstico. De estos refrigeradores, se estima que cuando menos 10 millones tienen una antigüedad de más de 8 años, comprados cuando no había NOM de eficiencia energética y consumen un promedio de 1,000 kWh al año. Con la tercera generación de NOM, que consumirán una tercera parte de lo que esos aparatos viejos y que entra en vigor en menos de seis meses, si el millón de refrigeradores que se vende al año en México sustituyen a los más viejos, cada año se ahorrará lo que genera una planta de 100 MW. Como este efecto es acumulable, para el segundo año la NOM tomará crédito por la generación de una segunda planta de 100 MW, sumando 200 MW. 

Así, nada más esta NOM estará ahorrando, a sus seis de existencia, lo que genera de electricidad una planta del tamaño de las que se inauguran con mucha gente, muchos aplausos y mucha prensa. 

El hecho es que en México tenemos veinte de esas NOM de eficiencia energética, todas ellas de la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía, que es la que “carga la pelota”. Juntas esas NOM—a las que nunca hemos inaugurado—evitan cada año el consumo de energía equivalente a lo que la termoeléctrica más grande de México, que tiene capacidad de 1,500 MW. Lo interesante de esto es que tampoco tuvimos que conseguir dinero en explorar y explotar los más de 20 millones de barriles de petróleo que nunca tuvimos que quemar, ni tampoco hemos tenido que inaugurar programas millonarios para remediar los impactos ambientales de haber explotado y quemado ese petróleo que simplemente no tuvimos que usar. También interesante es que fortalecimos a nuestra industria nacional, que exporta  productos certificados con estándares internacionales, aseguramos el empleo de miles de trabajadores, técnicos y profesionistas, redujimos los costos de energía a quienes compraron los más de seis millones de unidades de productos y sistemas sujetos a NOM en nuestro país y cuidamos recursos no renovables para quienes vienen después de nosotros.

A ver si, pues, un día de estos nos animamos a inaugurar una NOM.

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